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SonRISAS

ARTUR MENOS o que se mueran los listos

Dice mi amigo Sergio que si quiero que lean mi blog debo escribir más simple. Mi consejero literario es ingeniero y se dedica a enredar con redes circuitos y cables: que si el verde por aquí, que si al azul por allá, que si no cortes el rojo sin desempalmar el verde o cortocircuitar el negro que la bomba explota porque hay un giroscopio que se detona a través de la IP de un zumbado en Calcuta… Pero el enrevesado soy yo. Sergio es un buen tío, aunque he de decir que no lo ha pillado. Y yo no se lo he querido explicar para asegurarme al menos un lector para este post: la realidad es que mi escritura abyecta y laberíntica no es más que una venganza contra los listos que dominan el mundo.

Llámenme hobbit: ya no me gustan los listos.

No soporto a los listos porque no soy uno de ellos. Ya me gustaría, ya, pero leo tebeos y juego a la Play Station. Bebo cerveza mientras engullo fútbol, y viceversa, signifique eso lo que signifique. Y las chicas me gustan incluso antes de que hablen y enseñen su belleza interior. Por la sonrisa exterior, se entiende. Soy simple y burdo, lo sé. Corro para pensar porque es la única forma de que me llegue oxígeno al cerebro antes de escribir estas chorradas. Por eso odio a los listos contra los que aquí atento sin que lo sepan. Porque la estrategia que Sergio no ha captado es tan simple como que es mía. La entendería un hobbit después de arrearse tres pintas de cerveza y fumarse un par de pipas de hierba de la Comarca. La entendería ZP. Incluso Mariano. Pero no la pilla Sergio, que no lo sabe pero es la excepción que confirma la regla: es un listo bueno. Así que la cosa funciona.

Y como funciona me confieso antes de que falle y los listos descubran solitos para su solaz la razón última de mi sintaxis de ingeniero aeronáutico especialista en neutrinos: de lo que se trata aquí es de retorcer las frases lo suficiente como para que un listo se vea tentado de hacerse el listo buscándole sentido a un trabalenguas que no tiene más sentido que el que aparenta. Que el listo llegado al párrafo le dé vueltas como si fuera una ecuación de trigésimo quinto grado o un capítulo de «Se ha escrito un crimen». Que se sufra a sí mismo. Que tropiece con sus neuronas vilmente hiperactivas. Y que al final crea pispar, flotando entre las letras, algo distinto a lo que entendemos rápidamente la mayoría de los que no leemos este blog: lo que aquí pone es solo lo que parece, un chiste. Malo o bueno, pero un chiste. No hay código ni hay incógnitas. Ni Da Vinci se pasó por aquí ni Fibonacci está en el inicio de cada frase.

Es un blog para gente, no para listos. Es un blog para mi y para mi abuela, aunque ella no lo lea porque no navega ni en barca hinchable. Está escrito para que lo entendamos los simples, los que creemos que ya hay demasiada tontería en este mundo. Que el chorizo de pavo no es chorizo y la paella de verduras no es paella. Que un fular toda la puta vida fue un pañuelo y lo único realmente cool es lo que mola. Que hacer senderismo es ir de paseo al monte, y catar un vino es beberlo gratis, como descubrieron Bartolo y sus amigos, catadores profesionales, listos entre los listos, a los que le colaron en directo ante una cámara de televisión una copa sacada de un cartón de Don Simón y le pusieron cinco estrellas. O cinco parras, qué sé yo, que el vino lo abrevo hasta cuando se llama lambrusco. No podría hacerlo si fuera listo. Por eso me gusto tonto.

En los mítines hacía chistes: hoy Artur Mas se ríe de quienes rieron entonces.

Por eso y porque cada día detesto a más listos. Hubo un tiempo en que los admiraba. Hoy no. Son demasiados y demasiado listos. Y esta semana me han acabado de hartar. Me explico, que todo este rollo viene a cuento de que tengo unas ganas locas de romperle el intelecto a Artur Mas y sabandijas similares. Yo el catalán solo lo farfullo, en público y en la intimidad (nací lejos de él), así que lo último que le criticaré a Mas es su idioma, que es el de la mayoría de mis amigos. Pero se puede ser un listo, jeta e impresentable también en catalán. Como Mas, que lo mejor que lleva consigo es su lengua, aunque la use para envenenarla. Para hacerse el listo y estafarnos a todos. Un president que se pasa quince días de campaña electoral hablando de la bandera y el idioma y, el día después de las elecciones, cuenta que se va a pasar por la piedra a 40.000 trabajadores públicos y el sueldo de todos los demás no es un president: es un estafador. Un mentiroso. Un fantoche. Un farsante. Una sabandija. Un listo demasiado listo. Un antisistema peor que esos a los que tanto afea y detesta. ¿O es más subversivo pintarle la espalda a un diputado con un spray verde que secuestrar los votos de millones de catalanes mintiendo en su puñetera jeta?

Ni una cosa ni otra, president Artur Menos. Aunque lo suyo es más grave: usted es listo, y no puede alegar ni pasión juvenil ni calentón electoral. Lo hizo en frío. Lo meditó y lo premeditó. Y lo convirtió en pura alevosía: cada noche subía al escenario de campaña, ponía esa sonrisa de foto de carnet que desmadeja hasta a mi abuela y soltaba la versión siglo XXI del «Madrid nos roba«, mientras pensaba en cómo se la iba a clavar a todos sus queridos catalanes el día 21. Hacía chistes y chascarrillos ante las mismas personas de las que hoy se ríe. Les hablaba de lo mal que está la economía y lo mucho que sufren las familias mientras su privilegiado cerebro de listo cabrón hacía en silencio cuentas con subidas de peajes, tasas por emitir recetas o recibir atención médica y nuevos impuestos de los que en campaña no habló.

Mintió por omisión, que es una de las formas más perras que tienen los listos de mentir y los tontos de equivocarse. Mintió en campaña. Robó el derecho a decidir. Y no fue el único listo. En Euskadi, el lehendakari Patxi López ya ha empezado a dejar caer una jugada similar. Solo que él lo pagará caro pronto, cuando dentro de año y medio pierda el puesto en las elecciones vascas que ya no merece ganar. No es su caso, señor Artur Menos, que como listo que es sabe más que de sobra que no vuelve a ver unas urnas y a los panolis que las llenamos hasta dentro de tres años largos. Y el pueblo olvida. Cuando olvida. Porque cuando no olvida la cosa se pone dura y las calles arden.

Mariano Rajoy: con suerte, un hombre más simple que su resumen.

Que ardan o no dependerá mucho de lo que decida pronto el señor Mariano. Nunca osaría insultar «listo» al presidente Rajoy. Ni siquiera me atrevería a imputarle el más fino y ambiguo «inteligente». Un hombre que arrasa en las elecciones diciendo que la mejor solución para el paro es crear empleo solo tiene dos lecturas: o es más simple que el mecanismo de un botijo o es un listo tan deleznable que ni Artur Menos. Tengo la esperanza de que Rajoy nos salga botijo, aunque el instinto de tonto mosqueado ha empezado a erizarme el pelo de la nuca. Incluso un tonto como yo se da cuenta de que el PP es el único partido que no se ha ciscado en el fraude de CiU. Así que veo despidos de funcionarios, subidas de impuestos, bajadas de salarios y contratos basura donde hasta el domingo solo había promesas de «felicidad«. Así, «felicidad» entre comillas, que Rajoy será listo o botijo, pero prometió «felicidad». Y casi once millones de personas le creyeron, mientras otros veinte millones de testigos miraban para otro lado. ¿Nos pasamos todos de tontos o se pasará Rajoy de listo? Pronto lo sabremos. O somos felices y comemos perdices o bullimos todos al grito de «muerte a los listos». Llegados a este punto, a mi tonto me da.

Acerca de albertomagro

Hago el perro perrodismo en un mundo perro al que le sobran letras y le faltan ideas. Yo junto lo que sobra, por si acaso.

Comentarios

Un comentario en “ARTUR MENOS o que se mueran los listos

  1. Que me gustan sus post amigo magro!!

    Publicado por rociogutierrez | noviembre 29, 2011, 11:52 am

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