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ECONOMÍA

La austeridad ha demostrado que no funciona

«Las políticas de estímulo público han demostrado que no funcionan». La frase la pronunciaron en los últimos días altos cargos del PP como la presidenta de Aragón, el vicepresidente económico balear, o ministros como Montoro. La habría cacareado incluso Mariano Rajoy si no hubiera estado tan ocupado con la Copa Davis, la Champions League y la eliminatoria de Copa entre Madrid y Barcelona. En cualquier caso la afirmación sería igualmente falsa. Los hechos son tan tozudos que ni la tozudez repetitiva de los amantes del eslogan falso consigue malearlos. Vamos con ellos, que hoy toca chapa económica.

La crisis financiera comenzó en septiembre de 2008. Antes había un estado de precrisis que en España se notaba desde finales de 2007, aunque por razones locales: el sector inmobiliario había empezado a pegarse la castaña que negaban machaconamente todos los fanáticos del «los pisos nunca bajarán de precio». Pero bajaron. Y pese a ello, España acabó el año 2008 del estallido financiero mundial con superávit presupuestario. O traducido: el mismo Zapatero al que hoy llamamos manirroto, despilfarrador y algunas cosas sí merecidas más gastó en el 2008 menos dinero del que ingresó. Superávit. O sea, no vivía por encima de nuestras posibilidades, por utilizar otra de las estúpidas frases hechas con la que nos están vistiendo a todos de harapos en esta crisis de nunca acabar.

Solo uno de los "refundadores" del capitalismo sigue: sí, es ella, Merkel, siempre Merkel, la tijeretesa.El 2009 empezó con un lío de tres pares (de recesiones). Algunos os acordaréis de aquella cumbre de Washington, con Obama de cuerpo presente pero aún no presidente, en la que nos iban a «refundar el capitalismo». Algunos ya nos reíamos de aquello entonces, cuando el cacareo a coro decía que la cosa iba en serio, que hacía falta ética para la banca, que los especuladores debían ser controlados y mandangas similares. Y digo mandangas no porque no fuera cierto que hacía falta hacerlo, sino porque eran palabras de esas que lleva el viento, ideas para decir y no hacer, al estilo de la política basura que hoy impera. El caso es que de las cumbres refundadoras no salió nada más que un plan de objetivos para incumplir, de los que en España casi ni se habló: en  medio de la pantomima con la que evitaron que todos retiráramos en masa el dinero de nuestras cuentas corrientes, estábamos presumiendo de tener los bancos más sólidos del universo infinito y parte del finito, y debatiendo la interesante cuestión de si ZP era un héroe por meter a España en el G-20 (los más ricos entre los ricos) o un villano por no haberlo logrado antes. Qué tiempos de ingenuidad aquellos, que son estos.

Me centro: lo verdaderamente importante vino un par de meses después del circo de las cumbres, todavía en 2009, cuando Obama, otra vez de cuerpo presente, pero ya presidente, anunció que su país iba a estimular la economía con dinero público. Y no un poco de calderilla, no: 787.000 millones de dólares, más de lo que costaría comprarse Grecia con habitantes y todo. El planeta entero aplaudió con las orejas, mientras los economistas liberales y ultraliberales, los mismos teóricos del ultraliberalismo que reventó las costuras del capitalismo, se escondían debajo de las piedras. Hasta Merkel, la hoy austera Merkel, se estiró un poco. Estaba literalmente acogotada porque se le hundían bancos y, sobre todo, porque las exportaciones alemanas, el pan de sus teutones, caían en picado. Así que Europa, con su banco central francoalemán (también llamado hoy BCE o Europeo), se puso a gastar dinero público a mansalva. 

Zapatero y otros habían empezado antes: como la economía no chutaba y las cuentas públicas estaban en superávit, el hoy casi expresidente decidió meter dinero público para reactivar el consumo. Se sacó de la manga el cheque bebé. Después llegó el plan E. Nos acordamos todos de aquello. Hoy cualquier economista de barra de bar se mofa de la idea de levantar aceras y hacer parques para crear empleo, pero entonces a pocos les parecía mal. ¿Cómo iba a parecer mal, si Merkel, Obama, Sarkozy y el resto de la nobleza política mundial estaban haciendo lo mismo? Por ahí se fue al carajo el superávit y comenzó el déficit. Y eso que la fiesta solo duró un año. Porque, ojo, que aquí está la clave de la mentira cochina que nos cuentan quienes repiten como loros eso de que «las políticas de estímulo público no han funcionado»: en mayo de 2010, solo un año después de empezar a inyectar dinero de todos a una economía totalmente gripada en su sector privado, las políticas de estímulo público se acabaron.

¿Por qué duraron tan poco? Pues porque a Merkel (siempre Merkel) se le habían recuperado las exportaciones de sus germanos y hermanos, así que tocaba bandazo: un año antes ella misma había impuesto a sus vecinos y criados que el límite de déficit público se elevase del 3% que figuraba en el pacto de estabilidad de la UE al 6%, pero en mayo de 2010 pedía volver de nuevo al 3% de déficit . Perdón, no pedía, exigía, como hoy exige que nos vayamos al 0,5% y que reformemos todas las Constituciones a su imagen y desconfianza. El capricho de la lideresa tijeretesa nos costó caro a todos. Mientras Estados Unidos, con más deuda que Europa, seguía esforzándose en activar su economía a base de inversión pública, Alemania y los que formamos su extrarradio echamos el freno. Solo escaparon el Reino Unido y sus libras: los hijos de la Gran Bretaña seguían entonces la línea yankee de tipos bajos y estímulo público, que empezaba a ofrecer síntomas de recuperación. Síntomas: no brotes verdes. Esos nunca existieron: Merkel los mató antes siquiera de que asomaran, con su fanatismo austero.

Bin Laden se escondía en un chalet con piscina: los que estuvieron un año en la cueva son los ultraliberales que causaron la crisis. Ya han salido.Desde aquel mayo de 2010 de la austeridad como tótem y la reaparición de los economistas ultraliberales escondidos en cuevas más profundas que la de Bin Laden, desde entonces, digo, ha pasado ya un año y nueve meses. Pronto cumpliremos dos. ¿Ve alguien la recuperación por algún lado? Yo no, desde luego. Ni brotes verdes, ni luces al final del túnel, ni bobadas similares para bobos universales. Ni los vemos ni los veremos: economistas de la talla de los Premio Nobel Stiglitz, Krugman o Akerlof llevan años diciéndonos que así, no, que esta crisis está para durar o empeorar. Que por aquí nos vamos todos al hoyo. Que hace falta más dinero público en la economía. Que el Banco Central Europeo, como el americano, el británico y el japonés, tiene que empezar a imprimir billetes a ritmo de churrero para comprar deuda de países europeos por paladas. Que la inflación que tanto alegan Merkel y su Alemania para no poner la máquina de los euros a funcionar no es amenaza si se compara con un paro que ronda el 10% en Europa y supera el 20% en países como España. Que la austeridad está hundiendo el consumo. Que los recortes solo provocan más crisis y hunden los ingresos públicos, exigiendo nuevos recortes más duros en un bucle letal. Y que la confianza que dicen que van a generar con las tijeras que asustan a todos menos a los mercados no es más que la enésima patraña que nos han contado.

Casi dos años de recortes nos enseñan que aquí no consume más que Urdangarín. No lo harán los funcionarios, desde luego: esa confianza de la que tanto hablan en el PP no se logra bajándole el sueldo a millones de españoles y diciéndoles que igual mañana no cobran. Porque el discurso es doblemente falaz. En la misma entrevista en la que la presidenta aragonesa repetía la mentira de que «las políticas de estímulo público no funcionan, porque no generan confianza», la señora presidenta se despachaba con que la creencia española de que el empleo ha de ser estable viene «de un pasado que todos conocemos (se supone que se refiere al franquismo)» y «no da resultado«.

Es decir: generemos confianza para los mercados e inestabilidad para los trabajadores. Magnífica receta para un descalabro. Y pese a ello, la tontería la jalean tanto el economista de barra de bar como los líderes de nuestra perdida patronal. Todo porque los empresarios españoles tienen tanto apetito de despido barato que se han olvidado de que el futuro de su negocio pasa porque vendan la mercancía. Que sin hacer caja no hay parné para nadie. ¿A quién le van a vender el paño en la España deprimida de la austeridad y el «habéis vivido por encima de vuestras posibilidades»? A mí no. Trabajo en el sector privado: estoy a dieta de euros y de posibilidades. Igual que tres millones de funcionarios. Y que cinco millones de parados.

Así que o reaccionamos o nos vamos por la barranquilla, si es que no nos hemos ido ya. Hoy mismo el Banco de España ha pronosticado lo que pronto pronosticará el FMI: que pasaremos todo este 2012 en recesión, con un caída del PIB del 1,5%, que por ello habrá que hacer más recortes públicos aún y que no se creará un triste empleo al menos hasta finales de 2013. Espero que unos y otros reflexionen, porque del mismo modo que un año de políticas de estímulo público, ¡un año!, le da a algunos sesudos ultraliberales para decir que la receta no funciona, un año y medio de austeridad nos permite afirmar a otros que la austeridad ha demostrado que no funciona. Muchos empresarios ya lo saben y empiezan a suavizar el discurso de los recortes y el ahogo público. Quizá ahora que se ha acabado la Davis y hay un parón en la Champions el presidente electo Mariano tenga tiempo para escucharles. Aunque mañana hay partido de vuelta de Copa…

Acerca de albertomagro

Hago el perro perrodismo en un mundo perro al que le sobran letras y le faltan ideas. Yo junto lo que sobra, por si acaso.

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