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ECONOMÍA, OPINANDO

Insidias

Leo en mi diario económico de cabecera que «los pilares del estado de bienestar se tambalean«. Así: “se tambalean”, como si una mano oscura y desconocida estuviese agitándolos a capricho y mala baba solo por tocar los bemoles al personal. Una mano sin nombre ni dueño, porque los dichosos pilares se tambaleasen solos. Lo leo y lo releo. Entro en la información y me empapo con interés de «los recortes que vienen», todos ellos justificados por esa zarpa anónima, terremoto impredecible cual intervención divina que hace que todo se rompa sin más, así porque sí, temblando, arrasado por un tsunami que llega a toda castaña sin más origen ni causante que el destino o el capricho de quién sabe qué.

El genio Forges encuentra al único que vive por encima de sus posibilidades

Recorro cada línea de la información, mido cada palabra, verbo a verbo, adjetivo catastrófico sobre dato alarmante, y no veo más explicaciones sobre el ejecutor y sobre los causantes de los recortes que hacen que se tambalee el estado de bienestar. Todo son alusiones a un dios intangible y cabrón como todos los dioses, que hace que todo se menee sin control. Solo al final del texto bíblico encuentro algo parecido a un nombre para ese divino maltratador: lo llaman déficit y en su altar sacrificamos nuestra sociedad, que se resquebraja y tambalea por la acción del mismo ente anónimo, todopoderoso y despiadado al que rendimos nuestra sangre.

La caradura, como el corazón, tiene razones que la razón no entiende, que diría mi dios Echenique. Y yo, muy poco razonable y descorazonado cuando me tocan las pensiones, tampoco lo pillo. Por eso primero me indigno contra el firmante del texto, al que pronto dejo de culpar, que me conozco el paño y sé que ese figura podría ser yo o cualquier otro pagado del gremio de arrastrados al que pertenezco. Así que opto por insultar al maldito que ha hecho que el arrastrado crea en la teoría de la generación espontánea del final del estado de bienestar.

Se nos va la sanidad pública, cuentan el paria y el diablo que le paga una nómina menguada y sin garantía de futura pensión. Se nos van las jubilaciones, los servicios básicos, el cuidado de nuestros viejos y nuestros discapacitados, la protección de las mujeres maltratadas y las casas que las acogen, la atención al que no tiene y el apoyo al que tiene solo para otros. No hay para pagar obras clave ni para mantener las pizarras de la educación pública. Todo se tambalea solo por obra de ese dios desconocido y cabrón como todos los dioses y, como se tambalea, hay que recortarlo.

Que a la torre le sale una grieta, tira la torre y ya no hay grieta. Así sin más. Absurdo. Y yo me indigno, claro. Pero de verdad, no como Urdangarín. Me enojo con la pachorra que nos ha llevado a esto, y solo pienso en recortar las partes romas de mi indignación para afilarla más, para hacerla cortante, hiriente, descarnada, cruel como la crueldad pretendida y retorcidamente divina a la que los profetas del ultraliberalismo nos condenan.

Hay quien vive dentro de sus posibilidades. De ellos Mariano no se acuerda.

El estado de bienestar se tambalea y mi indignación se afila. Quizá se acerca la hora de cortar por otro lado. Por ese lado que ríe, ese al que el dios cabrón no toca, ese que el informante arrastrado no mienta, el divino y caprichoso déficit que hace que las ventas de las marcas de lujo crezcan un 25% al año en el país del paro creciente y los cinco millones de parados. De ellos, los cinco millones de recortados, se acordó Rajoy en su discurso de investidura. De los otros, los que gastan en yates y cocodrilos a manos llenas, de esos y sus billetes, de los impuestos que podrían pagar y no pagan, de sus caprichos costosos y las cuentas corrientes rumbosas que tienen aquí y en las islas Caimán, de todos ellos no se acordó Rajoy ni una sola vez en cinco horas de parla. Ellos y sus millones no viven por encima de sus posibilidades, aunque sí de las nuestras. Y por ahí se le tambalea a este país el estado de bienestar, la única solidaridad que esta tierra de envidiosos hideputas ha sido capaz de generar en su historia de sangre, ambición e insidia, sí, insidia. El estado de bienestar se tambalea y yo me cago en la puta que parió al que lo menea. Suerte que ni en mi periódico económico de cabecera saben exactamente cómo se llama.

Acerca de albertomagro

Hago el perro perrodismo en un mundo perro al que le sobran letras y le faltan ideas. Yo junto lo que sobra, por si acaso.

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